ESCENA: pequeño perro de raza mixta deambulando por el parque. Ella encuentra algunas heces.
Perro: [huele]
Cerebro del perro: [No canino. Humano. Masculino. Desnutridos Ácido estomacal alto. Enfermedad.] El perro retrocede y se aleja.
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El cerebro del perro (escena alternativa) : [No canino. Humano. Masculino. Bien alimentado Buenas bacterias intestinales. Huele delicioso.] El perro procede a comer heces.
Eso es más o menos el “pensamiento” que el perro va a hacer sobre cualquier cosa que huela. El olor es, para los caninos, un sentido puramente informativo. El perro olfatea, el cerebro procesa las moléculas complejas e interpreta para el perro la información relevante para ese olor. No está experimentando ninguna reacción socialmente inventada, porque los perros no funcionan así.
No hay una reflexión más profunda en la mente del perro con respecto a lo que acaba de oler, no hay razonamiento más allá de los hechos que se pueden discernir biológicamente. No se rebelan ni impresionan de ninguna manera. Fue solo un descubrimiento inusual que rompió la rutina general del día del perro. Luego siguió su día sin pensar más en el incidente.