La pregunta supone que existe un alma, y que sea lo que sea, los perros no tienen una.
No estoy seguro de si existe un alma, pero si la hay, no veo ninguna razón por la que un perro no debería tener una.
Un anciano murió y se encontró parado en el Puente del Arco Iris. Todos los perros que había tenido en su vida lo esperaban allí, y después de una feliz reunión todos cruzaron el puente juntos y comenzaron a caminar por el camino.
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Después de un rato llegaron a un conjunto de impresionantes puertas perladas, con un ángel brillante de pie frente a ellos. “¿Qué es este lugar?” preguntó el viejo. “Este es el cielo”, respondió el ángel, sonriendo. “Entra. Pero tendrás que dejar a los perros afuera; no pueden entrar contigo, porque no tienen alma”. Al anciano le molestó oír esto, sacudió la cabeza y continuó por el camino, los perros lo siguieron.
Alrededor de una curva en el camino se encontraron con un conjunto mucho menos impresionante de puertas de madera. Junto a ellos estaba sentado un joven barbudo acariciando a un gatito en su regazo. “¿Qué es este lugar?” preguntó el viejo. “Esto es el cielo”, respondió el joven, sonriendo. “Pero acabamos de pasar por el cielo, camino arriba”, protestó el viejo. “No”, explicó el joven, “ese lugar es el infierno. Lo usamos para filtrar la escoria que abandonaría a sus mejores amigos por toda la eternidad”.
Si los perros no tienen alma, tampoco quiero un alma. Los perros no hacen la guerra ni pasan largas horas pensando en formas más eficientes de matar a tanta gente como sea posible.