¿Cuál es el animal más elegante?

La respuesta a tal pregunta será necesariamente una opinión, ya que la encarnación de la “elegancia” será diferente para cada persona.

Para mí, hay dos animales que son igualmente elegantes, pero de diferentes maneras: el caballo y el gato.

Los caballos son elegantes porque, para un animal tan grande y tan pesado, puede parecer que están flotando en el aire. Sus piernas se ven tan delgadas y delgadas, pero soportan ese cuerpo que nunca se ve asqueroso o desgarbado. Sus cuellos se curvan como los de los cisnes, y sus cabezas son el epítome de la belleza. Cuando se sienten bien y trotan vivamente por el pasto, sus crines y colas ondean como banderas, nada es tan hermoso ni tan elegante como un caballo.

Incluso la Biblia y el Corán han exaltado la belleza del caballo.

Los gatos son elegantes porque, a pesar de ser pequeños, son rápidos y (generalmente) delgados. Se sostienen con cierto orgullo y confianza en sí mismos, como si supieran que son primos de los mejores depredadores de la Tierra (excepto los humanos). ¡Pueden volar silenciosamente de aquí para allá, o galopar ruidosamente por el suelo para que sus presas puedan saber que están llegando y asustarse! Sus orejas complementan sus cabezas maravillosamente, completando una imagen de gracia y elegancia a la que nada se acerca (excepto un caballo). Sus piernas y pies están diseñados para su trabajo, llevándolos dentro y fuera de lugares pequeños y prohibidos en silencio. Sus colas son más que brazos equilibrados: son semáforos, son banderas, son juguetes para gatitos, son telégrafos. Los gatos son feroces, nobles, valientes, amorosos y una alegría para estar cerca.