En los primeros días de la etología (el estudio del comportamiento animal), el antropomorfismo fue completamente despreciado y anulado entre los círculos académicos. La idea de que los animales albergaban emociones o cualidades demasiado similares a los humanos fue desacreditada cada vez que mostraba su cabeza. Durante esa época (de Lorenz y Tinnbergen, et. Al.) Y en la década de 1980, se pensaba que toda obra de teatro era simplemente un ensayo para la vida adulta con las habilidades adultas necesarias. Jugar era la forma de aprender habilidades de depredadores o, por el contrario, escapar de los depredadores, así como el comportamiento social básico.
Desde entonces, los científicos ya no pueden negar los sistemas límbicos activos de muchos animales y las emociones que los acompañan. Ahora podemos cuantificar (además de calificar) las emociones de miedo, ansiedad, tristeza e incluso dolor. Ya no se puede dudar de la emoción de la felicidad o incluso de la alegría al observar la exuberancia de ciertos comportamientos “no adaptativos” de los animales. Entonces, en estos días, tenemos que admitir que el juego puede, de hecho, involucrar el entrenamiento para las habilidades necesarias para la vida adulta, pero también puede ser solo porque “se siente bien”. Es decir, algunos animales pueden jugar por diversión.
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